EJEMPLO DE ACCESIBILIDAD... O CASI

Me dirijo al Museo de la Seda de Valencia. No me gusta especialmente el tema pero me han hablado muy bien de él.

Entro desde la calle Guillem de Castro y sobrevivo a los adoquines que hay en la fachada de la ermita de Santa Llúcia.

Continúo el paseo por la calle Hospital, dónde ya no hay adoquines salvo dos estrechas filas laterales y cada cinco o seis metros una horizontal que une las anteriores. Dejo atrás la Biblioteca Municipal y el Consell Valencià de Joventut hasta que llego al Colegio del Arte Mayor de la Seda, donde se encuentra el museo. Parece arreglado para la entrada de los carros a descargar material pero sólo hay un hueco para las ruedas lo suficientemente ancho para que entre en mi silla de ruedas.

 Dos puertas de cristal dan paso a la recepción del museo. La superficie sigue siendo plana, el asidero de la puerta se encuentra a una altura razonable y el peso de la puerta de cristal no es exagerado, por lo que puedo abrir desde la silla y entrar al museo.

Ya en la recepción, observo a mi derecha una escalera que baja desde el primer piso y, al fondo, otra escalera. En el centro, un vano desde el que se ve la exposición abajo pero veo que hay unas escaleras por lo que pienso que no debo entrar por ahí.

Por la primera escalera baja Mª Luisa Llorens, secretaria del presidente del Colegio que se presenta y solícita me pide que la acompañe. Vamos hasta el otro extremo de la recepción, donde una rampa me lleva hasta la salida. Luisa me dice que se entra al museo desde un pequeño almacén a la derecha, en el patio de la cafetería, llamada Espai de seda.

Una vez dentro, Luisa me indica que se trata de la tienda y que en ella está ubicado el aseo accesible. Me pide que la siga hasta el ascensor y, una vez allí, me cuenta la marcha a seguir: primero al sótano, dónde está la exposición; después, al segundo piso para ver el Salón de la Fama   y, finalmente, al primer piso, donde ella trabaja y se encuentra la biblioteca.

El ascensor (sí, un ascensor en un edificio del siglo XV) tiene marcados los pisos en número y alfabeto Braille pero está mudo. En otros lugares, una locución te cuenta en qué piso estás y si se encuentra abriendo o cerrando las puertas. Cada piso tiene señalado en el panel del ascensor si se trata del sótano, del segundo o del primero. No sé si cumple las condiciones que se reclaman, a efectos de señalética, para los discapacitados intelectuales.

Realizo la visita siguiendo las indicaciones de Luisa. Primero voy al sótano y veo la exposición, veo trajes de época, de fallera y prendas eclesiásticas. Voy después al Salón de la Fama y veo la pintura en el suelo y varios carteles de otros museos de la seda del mundo. En noviembre se ha realizado un congreso de museos de la seda organizado desde Valencia, aunque las jornadas del Congreso han sido en el cercano Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat (MUVIM). Bajo después al primer piso y veo la biblioteca, con carpetas y libros muy antiguos. Finalmente, vuelvo a la tienda para salir del museo y observo los viejos telares que se utilizaban para  hilar, todos de madera.

Vuelvo a la terraza de la cafetería y desde allí salgo de nuevo a la calle. Ha sido una visita satisfactoria ya que no he encontrado ningún obstáculo ni barrera para deambular en mi silla de ruedas por los tres pisos del museo. No sé si para otro tipo de discapacidad el Museo de la seda de Valencia será tan accesible cómo ha sido para mí.

Finalmente, ya en la calle, me dirijo al MuVIM y vuelvo a encontrar el terreno para entrar a este segundo museo formado por adoquines. Pero esa... esa será otra historia.

Juan J. Moreno

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